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Meltdown - Crisis en el autismo: cuando la sobrecarga sensorial se apodera del usuario

Las crisis nerviosas son una experiencia común para muchas personas autistas. Se deben a una sobrecarga sensorial, un estado en el que la afluencia de información sensorial se vuelve abrumadora y difícil de procesar. Imagine un supermercado lleno de gente, con luces brillantes, música alta y una cacofonía de sonidos. Para alguien con sensibilidad sensorial, este entorno puede ser increíblemente estresante.

Estilo libre

Signos de Meltdown

Sobrecarga sensorial: Busque señales de incomodidad relacionadas con imágenes, sonidos, olores, sabores o tacto. Esto podría implicar taparse los oídos, agitar las manos o intentar escapar del entorno.
Pérdida de comunicación: Durante una crisis, la persona puede tener dificultades para expresarse verbalmente. La frustración y la sobrecarga pueden dificultar la comunicación clara.
Reacciones físicas: Llorar, gritar o balancearse son respuestas físicas comunes a una crisis. En algunos casos, también pueden presentarse conductas autolesivas.

Estrategias para los cuidadores durante una crisis:

Priorice la seguridad: Asegúrese de que el entorno sea seguro y elimine cualquier peligro potencial.
Reduzca la estimulación: Si es posible, retire a la persona del entorno abrumador o cree un espacio tranquilo con menos estímulos sensoriales.
Ofrezca consuelo: Ofrezca tranquilidad y consuelo físico (si lo tolera) sin forzar la interacción.
Mantenga una presencia tranquila: Su calma puede ayudar a reducir la tensión.

 


Recuerde que las crisis no son un comportamiento manipulador. Son una respuesta genuina a la sobrecarga sensorial.

Berrinches vs. Crisis: Entendiendo las diferencias

Las rabietas, por otro lado, son una forma más deliberada de expresión emocional. Suelen usarse para comunicar un deseo, frustración por una limitación o una necesidad de atención.

Señales de una rabieta:

Orientada a un objetivo: Las rabietas suelen usarse para lograr un objetivo específico, como conseguir un juguete deseado o evitar una actividad no deseada.
La comunicación se mantiene intacta: Aunque esté frustrado, el niño aún puede comunicar sus deseos o necesidades mediante palabras o gestos.
Menor duración: Las rabietas suelen ser más breves que las crisis y pueden remitir una vez que se logra el resultado deseado o se ofrece una distracción.

Estrategias para cuidadores durante una rabieta:

Valide los sentimientos: Reconozca la frustración del niño y explique por qué su comportamiento es inaceptable.
Ofrezca opciones: Siempre que sea posible, proporcione alternativas para ayudarlo a lograr sus objetivos con más calma.
Establezca límites claros: Sea consecuente con las expectativas y cumpla con las consecuencias de las rabietas.
Refuerzo positivo: Recompense las conductas deseadas para fomentar formas positivas de expresar las emociones.

 


Recuerde que las rabietas pueden ser un comportamiento aprendido. Al brindar refuerzo constante y positivo, los cuidadores pueden ayudar a los niños a desarrollar formas más saludables de expresar sus necesidades.

Creación de un sistema de apoyo: estrategias proactivas para cuidadores

Identifica los desencadenantes: Comprender qué desencadena comúnmente las crisis o rabietas puede ayudarte a evitarlas o a prepararte para ellas.


Desarrolla un plan para calmarse: Trabaja con tu hijo para crear un plan sobre qué hacer cuando se sienta abrumado o frustrado. Esto puede implicar tomar descansos tranquilos en un espacio designado o utilizar actividades relajantes.


Comunicación abierta: Anima a tu hijo a expresar sus emociones verbalmente siempre que sea posible. Esto puede ayudar a identificar las frustraciones antes de que se conviertan en crisis.

Al comprender las diferencias entre las crisis y las rabietas, los cuidadores pueden brindar un apoyo más eficaz a los niños con autismo. Recuerde que las crisis son respuestas sensoriales, mientras que las rabietas son una forma de comunicación. Con estrategias proactivas y un entorno de apoyo, puede ayudar a su hijo a gestionar sus emociones de forma sana y positiva.

Ejemplos

Una crisis nerviosa puede manifestarse como:

  • Llorar, gemir, sollozar

  • Gritar

  • Lanzar objetos, romper objetos

  • Aletear o caminar de un lado a otro

  • Retraerse o aislarse

  • Apretar o rechinar los dientes

  • Desconectarse o disociarse

  • Huir (huir)

  • Golpearse, dar puñetazos, morder, patear o empujar (a objetos, a uno mismo o a otros)

  • Estimulación intensa (p. ej., balanceo, estimulación vocal, tensión muscular, crujido de articulaciones)

Las crisis autistas pueden durar de diez minutos a una hora o más, pero suelen durar al menos 20-30 minutos después de la eliminación del desencadenante inicial (posiblemente más si este no se elimina o resuelve).

Es importante tener en cuenta que una crisis nunca es un acto forzado ni premeditado, y que la persona suele tener poco o ningún control sobre los comportamientos que pueden manifestarse durante el punto álgido.

Una vez que una persona se da cuenta de que está teniendo una crisis, con apoyo y estrategias establecidas, es más capaz de desescalar.

Las crisis son comunes en personas autistas de todas las edades y niveles de necesidad de apoyo, y a menudo pueden desencadenarse por sensibilidad al rechazo, intolerancia a la angustia y problemas de regulación emocional.

Las crisis sensoriales también pueden ocurrir cuando hay demasiados estímulos externos que el cerebro no puede procesar simultáneamente (por ejemplo: luces brillantes, música alta, ruidos que provocan dolor o angustia, demasiadas personas hablando a la vez o un mal control de la temperatura).

Después de una crisis, una persona autista puede tardar un tiempo en recuperarse, y lo más probable es que necesite tiempo y espacio para recuperar la regulación emocional. Tras una crisis, muchas personas autistas informan que no pueden recordar los detalles de lo sucedido. Este lapsus de memoria, en sí mismo, puede ser angustiante y contribuir a la ansiedad posterior.

Desencadenantes de una crisis autista

 

  • Algunos desencadenantes específicos de una crisis en una persona autista, ya sea niño o adulto, pueden ser:

  • Desencadenantes sensoriales

  • Estrés

  • Necesidades insatisfechas que la persona no puede comunicar

  • Un entorno laboral, escolar o familiar disruptivo

  • Inconsistencia o cambio de rutina

  • Falta de sueño

  • Cambios en la vida como matrimonio, nacimientos, mudanzas, cambios de trabajo, etc.

  • Afecciones de salud mental coexistentes como ansiedad y depresión

  • Cambios hormonales

  • Dolor crónico, enfermedad u otra discapacidad

  • Reacciones a nuevos medicamentos

  • Falta de control sobre algún aspecto de la vida

Los estímulos sensoriales (es decir, cualquier tipo de sonido, tacto, gusto, vista u olfato) son uno de los desencadenantes más comunes de crisis autistas. Algunos ejemplos más específicos de desencadenantes sensoriales que podrían causar o contribuir a una crisis autista son:

  • Información auditiva (sonidos), como máquinas, animales, voces o música.

  • Información táctil (tacto), como las diferentes texturas de la ropa, ser tocado por personas o tocar/pisar una textura no deseada.

  • Información visual, como patrones, lugares concurridos o luces demasiado brillantes.

  • Información olfativa (olor), como el olor de comida, perfume, personas o animales.

  • Información gustativa (sabor), como el sabor de alimentos, bebidas y medicamentos.

  • Información proveniente del movimiento, como viajar o hacer ejercicio, que es excesivo o demasiado rápido.

Los estímulos cognitivos son otro factor común que contribuye a las crisis autistas. Cuando el cerebro se ve abrumado por demasiada información que procesar simultáneamente, por la ansiedad durante una actividad (o ante la anticipación de una actividad), o por estar expuesto a demasiada información simultáneamente (por ejemplo, varias personas hablando o hablando mientras se muestran diagramas e imágenes), la angustia sensorial provoca desregulación, que a su vez da lugar a una crisis.

Las señales de advertencia de una crisis autista

Una crisis autista puede desencadenarse por diversos factores, y generalmente existen señales de alerta que indican que una persona autista está a punto de sufrirla.

Algunas señales comunes a tener en cuenta:

  • Aumento de la ansiedad, como estar inquieto, mecerse o caminar de un lado a otro

  • Dificultad para comunicarse o expresarse con claridad

  • Mayor sensibilidad a la información sensorial

  • Frustración o irritación fáciles

  • Retiro de actividades que normalmente disfruta

  • Comportamientos repetitivos con mayor frecuencia de lo habitual 


Sin embargo, no todos muestran señales de alerta de una crisis.

Crisis autistas en adultos

Si bien las crisis se asocian comúnmente con la infancia, es importante reconocer que los adultos con autismo también pueden experimentarlas. Esto incluye a personas con autismo que, de otro modo, podrían ser percibidas como personas con "pocas necesidades de apoyo". Las crisis pueden ocurrir en cualquier etapa de la vida y pueden volverse más frecuentes en momentos de mayor estrés o ansiedad. La idea errónea de que solo los niños experimentan crisis puede llevar a los adultos con autismo a sentirse ignorados, incomprendidos y avergonzados.

Phung et al. (2022) realizaron un estudio que reveló las experiencias de adultos con autismo, quienes expresaron una profunda sensación de agobio y falta de control. Estas personas describieron esta sensación como algo que impregna todo su cuerpo. Reportaron experimentar síntomas como visión borrosa, aumento de la temperatura muscular, mejillas enrojecidas y hombros tensos.

Además, mencionaron dificultades con los procesos cognitivos, incluyendo dificultades para pensar, encontrar las palabras y recordar información simple. Los adultos con autismo transmitieron una sensación generalizada de completo desorden, como si su entorno estuviera envuelto en una nube de incertidumbre.

El mismo estudio también analiza una fase conocida como agotamiento, que ocurre antes de una crisis en personas con autismo. Durante esta etapa, la persona autista experimenta fatiga, sensación de agobio, lentitud en el procesamiento cognitivo y dificultades cognitivas. Es durante este período que la presión constante y el intenso estrés sensorial y emocional comienzan a deteriorar la capacidad de la persona autista para realizar las tareas cotidianas. Es fundamental apoyar y animar a las personas autistas a reducir la presión emocional y sensorial durante esta fase para prevenir las crisis.

Shutdowns

Algunas personas autistas experimentan bloqueos cuando una situación es abrumadora. 

Una analogía para un bloqueo es como una computadora que intenta encenderse, pero no puede porque no tiene suficiente energía. En un bloqueo, una persona autista puede parecer extraña porque está tan abrumada que su enfoque se ha desplazado a las funciones básicas. Al tener una capacidad reducida para procesar lo que está sucediendo, puede tener dificultades para comunicarse como lo hace normalmente, lo que puede dificultar la comunicación.

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